Las personas experimentamos, a lo largo de nuestra vida, diversas situaciones que nos suponen un reto y que suelen derivar en un cambio. Entonces ¿cómo no iban a vivir los niños sus propias crisis de desarrollo?

Estas situaciones no tienen por qué ser necesariamente negativas, ya que indican que se están desarrollando tanto habilidades como necesidades nuevas. Eso sí, será fundamental la presencia de un adulto atento, para ayudar al niño en estas transiciones.

Según expresa Quattrocchi Montanaro en uno de sus libros, “Un ser humano”, los niños hasta los tres años presentan tres tipos de crisis.

Primera crisis: el nacimiento

Es una de las primeras crisis que va a experimentar una persona, ya que cambia drásticamente el ambiente en el que nos vamos a continuar desarrollando

El niño deberá aprender a realizar las funciones básicas por su propia cuenta, para poder sobrevivir, tales como respirar o alimentarse.

¿Qué pueden hacer los adultos?

Es fundamental no solo alimentar sino también cuidar a los niños en el aspecto emocional. Solo así el recién nacido irá ganando confianza y seguridad, para desarrollarse en el nuevo ambiente.

Segunda crisis: la ablactación

La ablactación o el “destete” sería la siguiente crisis que experimentan los niños. Al comenzar a comer de forma independiente a su madre se suceden varios aspectos:

  1. El niño se relaciona de forma nueva con el ambiente.
  2. Experimenta cambios en el organismo: al segregar ácidos para poder digerir alimentos sólidos.
  3. Comienzan a aparecer los primeros dientes de leche.

Por ello, es necesario que el niño pueda tener libertad de movimiento, para que comience a gatear y a explorar por su cuenta. Eso sí, con confianza y con la cercanía de su madre, padre, o cuidador en ese momento. 

También es interesante que el niño pueda alimentarse de forma independiente, ganando autonomía. De esta forma podrá desarrollar la coordinación fina, identificar las diferentes texturas, etc.

Tercera crisis: la oposición

Esta crisis, que suele aparecer en torno a los 2 años, es la que normalmente resulta más complicada de gestionar por los padres, ya que comienzan a ver conductas negativas en sus hijos.

Utilizan con más frecuencia las palabras “yo” y “no”, construyendo así tanto su personalidad como sus propias opiniones y decisiones, cuando no están de acuerdo con otras personas o situaciones.

¿Cómo podemos ayudar a los niños?

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